El desarrollo de una ética de la ciudadanía se vincula no solo al desarrollo de una formación moral determinada sino también a la creación de ámbitos y oportunidades de formación ética donde las moralidades existentes (y en pugna) puedan ser sometidas a cuestionamiento y comprensión. De esta manera, el papel del docente no debe ser solamente preocuparse por transmitir los valores, normas y derechos morales “políticamente correctos”, sino que deben preocuparse por brindar oportunidades pedagógicas para que sus alumnos y alumnas puedan comprender críticamente los componentes constitutivos de las moralidades vigentes – incluidas las que circulan en las escuelas - , sus elementos evidentes y sus razones ocultas, sus significados explícitos y sus silencios, sus promesas y sus amenazas.
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